Apenas es el día 16 del mes y ya estás contando cuántos días faltan para que sea 30 y te vuelvan a depositar la quincena. Probablemente, como millones de mexicanos que lo mismo ganan 5, 10, 20 o 30 mil pesos, a estas alturas ya no tienes ni un peso, no pagaste las deudas, no compraste lo que debías y ves cómo la historia eterna de tus días asalariados vuelve a empezar.
Poco más de 35 millones de mexicanos son asalariados, viven el 15 y el 30 del mes arañando la quincena, rogando porque les alcance el dinero, pagando unas deudas y haciéndose de otras para irla pasando y no morirse de hambre.
De 120 millones de mexicanos, solamente un millón concentra casi la mitad de la riqueza, es decir, son dueños del dinero, bienes inmuebles, empresas y artículos de producción, mientras los otros 119 millones les trabajamos por malos salarios, les compramos sus productos a precios exorbitantes, y nos endeudamos con ellos haciéndolos al mismo tiempo más ricos.
El tema de la desigualdad en el país va de la mano con la pésima repartición de la riqueza que ostentamos, hay mucho para muy pocos y casi nada para muchos. Por desgracia, esos pocos tampoco nos permiten, a través de monopolios y malas prácticas, emprender, ahorrar o lograr alguna forma de crecimiento que nos saque del agujero.
No importa en qué escalón social te encuentres, los problemas son siempre los mismos, y aunque vistas con trajes de seda, con bolsas de plástico, o de plano andes encuerado, el dinero nunca va a ser suficiente, porque México es un país hecho para ahorcar a sus habitantes económicamente.
Por todo lo anterior es que cada vez menos mexicanos cuentan con un patrimonio sólido, no tienen seguros médicos, ahorros para emergencias, propiedades, ni nada de esas cosas que, a estas alturas, ya suenan a lujos de las clases privilegiadas.
Ahí está la respuesta a casi todos los problemas del país. Nada va a mejorar mientras millones de mexicanos sigan arañando la quincena, haciendo malabares para poder comer y restándose calidad de vida.