La destrucción del planeta está llegando a niveles catastróficos, pesadillas que parecían lejanas hoy son una realidad, y el hombre posmoderno ya no encuentra la manera de parar el desastre.
El mar, la gran alberca de la humanidad, hoy sufre más que nunca los embates del cambio climático y la huella de carbono; se calcula que para el año 2050 habrá más plástico que peces flotando en el mar, un problema que hoy ya es real, porque se han encontrado, por todo el planeta, especies marinas que llevan restos de basura en el estómago.
La huella del hombre sobre ríos, lagos, lagunas y playas es innegable, y casi ningún lugar está libre de la ambición humana, so pretexto del turismo o la aventura sin conciencia.
Botellas y bolsas de plástico son los principales invasores del mar, dos derivados del petróleo que tardan más de 500 años en degradarse y están en prácticamente todas las industrias comerciales, sin que hasta ahora ninguna multinacional haga un esfuerzo por eliminarlos, o sustituirlos por otros menos dañinos para el medio ambiente.
Por otro lado, entre el 50 y el 80% de los arrecifes de coral, de todo el planeta Tierra se ha perdido, debido principalmente al aumento de la temperatura del mar, pero también a la invasión de los centros turísticos en playas cercanas, hasta donde acuden turistas que los maltratan y además ensucian el agua.
El desastre es imparable y quizá las siguientes generaciones ya ni siquiera conozcan el mar como lo conocemos hoy. Desaparecerá esta importante riqueza natural, igual que desaparecieron los fósiles marinos de las playas y éstas se volvieron patios artificiales, adaptados para tomar el sol y beber piñas coladas.
Poco a poco el planeta deja de ser lo que conocimos, nuestra propia ambición ha arrasado con todas y cada una de las zonas naturales, de las que sólo nos queda el recuerdo en fotografías, y la idea de que alguna vez existieron.