El racismo, el sexismo, la homofobia, la xenofobia y todas esas ideologías que rechazan a algún grupo humano, rematan en lo que hoy se conoce como crímenes de odio, delitos motivados por la intolerancia y que generalmente tienen víctimas mortales.
A lo largo de la historia, los crímenes de odio siempre han estado presentes, pero en pleno siglo XXI, una de las causas que más genera estas situaciones es la diversidad sexual. Brasil y México son los países con cifras más altas en este sentido, y aunque las leyes hacen lo posible por cambiar la situación, se trata de un problema social de raíz que no se resuelve en automático.
Cuando comenzábamos a pensar que el racismo era un tema que se estaba superando, la homofobia surgió como un nuevo pretexto para la discriminación, la violencia y la segregación de algunos sectores sociales.
No existe un procedimiento especial para detener los crímenes de odio, en un país o región donde van a la alza, eso simplemente responde a creencias culturales y estados sociales que no se arreglan de manera tan sencilla.
Por otro lado, temas como el terrorismo y la violencia a niveles macro, se puede decir que surgen alimentados por el odio y la intolerancia, también madres de los mismos crímenes de odio.
Es difícil entender por qué en pleno siglo XXI siguen pasando este tipo de cosas. Ni toda la información disponible ha hecho que la ignorancia siga siendo el principal alimento de los crímenes de odio, en un mundo que, pese a estar cada vez más cerca, es también cada vez menos tolerante con lo que le es diferente o incomprensible.