La lucha por los derechos de los homosexuales y la incorporación de menores a familias homoparentales, ha desatado un conflicto mundial entre quienes creen que es correcto integrar a las familias diversas, y quienes lo consideran un error por atentar contra las costumbres.
En México, España, Rusia y muchos otros países, han aparecido grupos de defensores de lo que llaman familia natural o tradicional, que no es otra cosa que aquella compuesta por madre, padre e hijos.
Sin ningún otro argumento, más allá de que es lo más natural que conocemos en la sociedad del siglo XXI, estas personas se dedican a difundir el rechazo a las familias diversas so pretexto de que éstas terminarán con la humanidad, con el proceso de reproducción natural y por supuesto con los valores tradicionales.
Mucho más allá de si defienden o no un punto correcto, cabe preguntarnos ¿por qué, según sus afirmaciones, los seres humanos tenemos la única misión de reproducirnos y legar nuestras células a la sobrepoblación?
Los defensores de la familia tradicional, pro-vida y otras curiosidades por el estilo, suponen que la unión de parejas heterosexuales es la única salvación de este mundo sucio y pervertido. Por supuesto que están olvidando las cifras: en los últimos 28 años el divorcio entre parejas tradicionales creció 114% a nivel mundial.
Entonces, habría que cuestionar ¿qué es lo que en realidad están buscando estos defensores de las familias naturales, tradicionales, rotas y disfuncionales? ¿Será verdad que la imposición del matrimonio entre hombres y mujeres, por mera costumbre, regresará a la mesa, valores como la humanidad, la solidaridad o la honestidad?
Mal o bien, la verdad es que el mundo ya rompió sus moldes y no hay vuelta atrás. El curso de los años ha demostrado que el modelo de la familia tradicional ya no funciona, es anticuado y no cabe en un universo cada vez más diverso, libre de prejuicios y consciente de los alcances de su libertad.