Jair Bolsonaro es el recientemente elegido presidente de Brasil, un miembro de la Derecha que, a lo largo de su carrera política, ha sido conocido por sus declaraciones homófobas y racistas, y por el que democráticamente voto más de la mitad de la población en ese país.
¿Qué lleva a una sociedad en plena avanzada, como es el caso de Brasil, a dar un enorme retroceso eligiendo a un sujeto tan retrograda como presidente?
Durante décadas los brasileños han luchado por la diversidad sexual, los derechos humanos de las minorías y el avance de la igualdad entre los géneros, logrando que esa nación sea una de las más respetuosas con el LGBT a nivel mundial. Claro que aún así no se salva de los crímenes de odio y la violencia homofóbica.
Nadie entiende bien a bien qué pasó en Brasil, por qué la población del siglo XXI votó por un sujeto con ideas tan arcaicas, y que ha promovido abiertamente la violencia.
Hace casi un siglo el mundo vio florecer el nazismo en voz de Adolfo Hitler, un sujeto que promovió el odio, la separación y la supuesta superioridad de la raza aria por encima de cualquier otra; en casi 100 años nadie ha podido olvidar a las millones de personas que murieron víctimas del holocausto nazi, en un movimiento de exterminio que entonces se vio justificado por las palabras de Hitler.
En el mismo sentido, una ideología tan radical como la de Bolsonaro hace pensar que el mundo no aprendió lo suficiente de las muertes ocurridas en la Segunda Guerra Mundial, ni tampoco de las constantes víctimas que el mundo moderno ha mostrado, a raíz de las persecuciones de odio.
La victoria de Bolsonaro, con 57 millones de votos a favor, responde al rechazo generalizado de la población brasileña sobre el Partido de los Trabajadores (PT), el que antes gobernaba y salió por varios escándalos de corrupción y malos manejos. El sujeto aparece de pronto como una especie de salvador, una opción ante la decepción que representaron los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff en ese país.