Era 1957 y Rusia lanzaba la nave Sputnik 2, a bordo de la cual iba Laika, el primer perro en viajar al espacio, y que no volvería a la Tierra nunca más.
Podría decirse que fue en nombre de la ciencia y de la carrera espacial, y que gracias a Laika el hombre pudo dar un gran salto en la investigación astronómica. Aunque la verdad, siendo sinceros, sólo fue una demostración del egoísmo de los seres humanos y de cómo somos capaces de usar a otras formas de vida para satisfacer nuestro morbo.
Laika, según ha confirmado la ciencia recientemente, sufrió asfixia y murió lentamente, para al final terminar de achicharrarse con el resto de la nave. Nunca se le volvió a ver, aunque los rusos confirmaron que el plan siempre fue que ella muriera porque era una misión totalmente experimental.
Las estadísticas no oficiales acusan que cada año, más de 100 millones de animales mueren en experimentos y pruebas de laboratorio, so pretexto de la medicina, la ciencia y la tecnología cosmética. Es decir, que a más de medio siglo de distancia, todavía no aprendemos nada sobre el respeto a la vida, los animales y todos aquellos seres que no pueden defenderse.
Laika ahora es un recuerdo en la historia mundial, un monumento en Rusia, un dibujo en las playeras y una memoria sobre cómo el ser humano es capaz de servirse de otros, de las formas más crueles, para lograr sus fines.
Oleg Gazenko, ruso involucrado en la misión del Sputnik 2, afirmó alguna vez que estaba arrepentido de haber participado en un acto tan cruel y que en su opinión nada justificaba haber acabado así con la vida de Laika.
El maltrato animal hoy es tema en redes sociales, una discusión entre quienes los consideran inferiores, y quienes desean darles derechos como los que tienen las personas.
Finalmente, el asunto está en que, como sociedad, no estamos avanzando, no estamos siendo más humanos y no estamos aprendiendo sobre la necesidad de ser solidarios y conscientes con las especies con las que compartimos la Tierra.