Diversos estudios han mostrado, que el abuso sexual se convierte en una agresión que contacta al individuo con sus temores más profundos, haciéndolo sentir indefenso y sin posibilidad de control, por la presencia de este sentimiento que lo supera y que actúa en su contra.
En el caso de los niños, este abuso tiene un impacto en las áreas cerebrales y químicas, debido a que el trauma provoca que las sustancias que producen felicidad se esfumen, dejando secuelas que los acompañan hasta la adultez, como: retroceso en la escuela o agresividad, y en adolescentes se puede expresar por medio del abuso de sustancias nocivas para la salud e intentos suicidas.
La psicóloga clínica Sonia Ivonne Recinos del Cid de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala, comentó lo siguiente
“No solamente es: “me siento triste” o “cuando la persona me abusó perdí la fe”. Tú revisas lo que sucede a nivel químico y sustancias que deberían estar en tu cerebro para ser feliz se están fugando, se están yendo.”
La experta argumentó que durante la adultez el trauma puede ser manifestado con síntomas, como: sentirse asustado o con miedo, y sufrir pesadillas constantes.
“Que si a alguien, por ejemplo, le tocan por equivocación en un bus, inmediatamente reacciona, porque todo eso (el contacto) le hace sentir inseguro.”
El cerebro produce adrenalina y diferentes hormonas, que le dan energía al cuerpo, pero cuando la persona no produce estas sustancias, la víctima realmente se paraliza ante el abuso, como un mecanismo que la hace ajena a la situación.
Los síntomas continúan apareciendo en el futuro, porque a diferencia del estrés postraumático por otras causas, como desastres naturales, el abuso sexual se calla por muchos años.
Es por eso que se debe ayudar a las víctimas y estar al pendiente de conductas irregulares, que puedan llegar a presentar, además de acudir con un especialista.
Fuente: El Nuevo Diario