Los últimos 18 años y los primeros del siglo XX, han sido mucho más violentos, incluso que aquellos de la Primera y Segunda Guerra, Mundiales. Y es que el asunto de la violencia ya no se reduce a bombas atómicas, soldados, aviones y dictadores, ahora está en la televisión, en las casas, en las familias y nace con cada niño.
En Estados Unidos, por ejemplo, a principio de siglo nos sorprendían las matanzas escolares. Niños asesinando niños, que todos pensábamos eran resultado de familias desintegradas; ahora esos hechos son cada vez más comunes, ya no se recuerdan con horror, sino con hartazgo de que nadie puede hacer nada con la depresión en que viven miles de jóvenes en ese país.
México no se queda atrás. Muchos niños y jóvenes están solos, literalmente; los padres se van a Estados Unidos a buscar trabajo y ellos quedan a la deriva, a merced del crimen que los toma como carne de cañón.
En Siria a diario mueren cientos de niños, y los que no mueren en atentados van creciendo con un odio engendrado, odian a los soldados, a los extranjeros, al que se acerque, porque es su manera de sobrevivir en este mundo asesino.
La gran mayoría de los criminales sobresalientes de la historia, tienen una historia de abuso físico en la infancia, mientras el 100% de los abusadores sexuales de niños vivieron la misma historia.
Pensando en lo anterior, la violencia es un factor que hoy nos pone en peligro. Si las nuevas generaciones están creciendo en un mundo violento, lleno de crueldad que parece normal, sin compasión, sin valores humanos y en familias desintegradas, entonces nos espera un futuro cercano, similar a ese horrible panorama.
El mundo evolucionó en términos tecnológicos, pero involucionó en términos de desarrollo humano.
El hombre primitivo, al menos tenía reglas no escritas para comportarse, accedía a la guerra sólo cuando era necesario y protegía a su clan para poder sobrevivir. El hombre posmoderno, mata por matar y cría a los suyos en una soledad asesina.