Netflix es la plataforma que la sigue rompiendo, la sigue haciendo en un mundo, donde parecía que el formato de serie televisiva estaba por morir.
Sex Education es el más reciente éxito de Netflix, una serie inglesa de ocho capítulos que aborda la compleja sexualidad de los jóvenes del Siglo XXI.
Quienes vivieron en un mundo sin Internet, podrían pensar que los jóvenes de la actualidad lo tienen todo resuelto, con tanta información a la mano, acceso a sitios de todos los tipos, chats y redes sociales, pero la verdad es que la vida hoy día se les está tornando mucho más complicada.
Nadie dijo que vivir en un mundo lleno de información haría la vida más fácil y eso es justo lo que refleja esta serie. El ambiente es una preparatoria común en una ciudad inglesa, sitio hasta donde llegan las dudas naturales de la sexualidad adolescente, alimentadas por la curiosidad y la presión que ejercen las redes sociales, pero sin ninguna guía certera de qué hacer y cómo hacerlo bien.
Otis, un joven cuya madre es una especie de gurú de la terapia sexual, no comprende ni lo que sucede con su cuerpo, pero junto a su amiga Meave, decide que puede guiar a otros adolescentes como él por el complicado mundo de la sexualidad. Y sí, por momentos resulta un desastre, porque un montón de hormonas alteradas no pueden ordenar a otro montón de hormonas, que giran como locas por ahí.
El amor, las relaciones humanas, la primera vez, la masturbación, el aborto, el placer y los tabús, son los temas que todos enfrentamos durante la adolescencia y que nadie, ni siquiera con un libro científico en mano, nos ayudó a resolver, porque son parte del autodescubrimiento personal.
Los adolescentes de la actualidad son igual o más idiotas que los de hace 40 o 50 años, con el agregado de que ahora pueden exhibir sus desastres en redes sociales y vivir un bullying masivo, que vaya más allá de un salón de clases.
El problema quizá radica, como nos lo plantea la serie, en que los padres de estos tiempos están igual o más desorientados que sus hijos, viven en un mundo convulso y no logran resolver ni su propia sexualidad, lo que resulta en que, obviamente, tampoco pueden ayudar con la de los más jóvenes.