En un sector de clase media o media alta, donde las necesidades básicas están resueltas y hay suficientes recursos para cubrir el día a día, no suele ponerse en duda el lugar de las niñas y adolescentes en la escuela, ellas simplemente van y tienen todo el acceso posible al desarrollo académico que se les ofrece. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) informa que hay más de 30 millones de niñas que hoy día no tienen acceso a educación primaria, por cuestiones culturales, religiosas, económicas o de ubicación geográfica.
¿Qué sucede en un mundo donde tantas niñas y adolescentes no asisten a la escuela? La respuesta no es difícil de deducir, evidentemente hay un notable aumento en los datos de embarazos no deseados, abuso sexual, violencia doméstica, pobreza y marginación, debido a que sin instrucción, ellas no son capaces de generarse entornos más seguros, saludables o prósperos.
La educación de las mujeres aún es todo un tema a tratar, en culturas donde no se considera que ellas deban estudiar, y los esfuerzos se enfocan en conseguirles matrimonio a temprana edad, como para darle la carga a alguien más. De ahí que se conviertan en un sector vulnerable y a expensas de la beneficencia social.
Recientemente, el Banco Mundial hizo un llamado a los gobiernos del mundo para que trabajen mucho más en el tema, e instalen protocolos que permitan a más mujeres tener acceso a la educación. El organismo también afirmó que, además de las consecuencias sociológicas de limitarlas a ellas, los países también sufren un costo económico cuando no las envían a la escuela, y pierden millones de dólares en términos de avances, productividad y costos sociales.
Estadísticamente, no hay un país con desarrollo económico suficiente que limite el acceso de las mujeres a la educación. Mientras más avanzada es una nación, más importancia tiene la instrucción de ellas, y las oportunidades que se les otorgan para destacar profesionalmente.