En el universo de las series posmodernas, esas que vemos en plataformas como Netflix, aparecen personajes inmensamente ricos, con fortunas interminables que cualquier ser humano soñaría con gastar. Pero a todo eso, ¿cómo será la vida de quienes sí tienen en la vida real esas cantidades incontables de dinero?, ¿dónde guardarán los multimillonarios sus ahorros?, ¿contarán los millones que traen en la cartera?
Carlos Slim, ingeniero mexicano, está entre las cinco personas más ricas del planeta y su fortuna asciende a los 77 mil millones de dólares. Es dueño de clubes de fútbol, complejos residenciales, cadenas comerciales y muchos negocios más, y posee mansiones en Nueva York y la Ciudad de México, entre otros lugares.
Slim es realmente rico, se pelea el puesto del más acaudalado, con personajes como Bill Gates y Mark Zuckerberg, y adorna sus mansiones con arte de su colección, que incluye piezas valuadas en millones de dólares.
Es gracioso que en Latinoamérica, y más específicamente en México, tenemos percepciones erradas sobre la riqueza y la pobreza, compramos marcas que creemos nos dan estatus y en realidad son un punto en el universo del comercio popular, baratero y desechable.
Hay al menos seis clases sociales, cuya existencia se acepta y la gran mayoría de la población humana fluctúa entre las clases media, media baja y popular, una buena parte se sitúa en la clase pobre, y sólo un pequeño porcentaje se reconoce como auténticamente rico.
Claro que hay visiones para todo y para todos. De México hacia el exterior, los mexicanos suelen creer que los europeos son ricos, aunque no saben que en ese continente los sueldos son tan altos como los costos de vida y que, igual que aquí, allá no alcanza el dinero para nada.
Del exterior hacia México, la visión es que este es un país sumamente rico, lleno de recursos naturales que se desperdician y mesas llenas de comida que se tiran a la basura, mientras los chinos se están peleando por comer las cucarachas que salen de las coladeras.
Claro, un país que se reconoce como rico, no necesariamente tiene una población ostentosa que usa chofer para ir a la tienda, o viste pijama de diseñador. Un país rico es aquel cuyos niveles de bienestar son tangibles, hay educación pública (¡que no cuesta!) de calidad, salud para todos, infraestructura urbana de primer nivel y consenso entre la población.
Todos, en cualquier país del mundo, soñamos con ser como Slim, Zuckerberg o Gates, solamente para saber qué se siente aventar el dinero al viento, ir al súper en helicóptero y usar mascarillas de oro. Aunque, en realidad, todo eso no es más que una fantasía que nos vendió el cine hollywoodense porque “caga el rey, caga el papa y hasta la mujer más guapa, echa su bola de caca”. Y fin.