En Estados Unidos los tiroteos en escuelas, centros sociales y sitios públicos son cada vez más comunes, ya ni siquiera sorprenden, parecen parte de la cultura norteamericana y una manera en la que las personas de ese país se “relacionan”.
La cruda realidad es que, en ese país, la violencia entre niños y jóvenes están llegando a niveles incontrolables. Solamente en 2017 se registraron 48 tiroteos en escuelas, de los cuales hubo decenas de víctimas mortales y la mayoría menores de 15 años.
Descomposición social, ausencia familiar, presión social y escolar, drogas, influencia de los medios, desintegración, ¿qué cosas hacen el caldo de cultivo de un país que cría asesinos?
Pese a tener un país desarrollado, con educación pública de supuesta calidad, salarios altos, el mejor entretenimiento del mundo y un montón de cosas más, los norteamericanos parecen estar entre los humanos más infelices de este planeta, mucho más que quienes viven en países pobres o segregados culturalmente.
La cultura de la violencia corre por las venas de cada habitante de Estados Unidos, se respira desde los primeros años y acompaña a las personas a lo largo de su vida. No es gratis que en ese país también haya, por estadísticas, más armas que seres humanos.
Y ya para rematar con una situación complicada, Donald Trump, actual presidente de EUA, se ha atrevido a proponer que, para solucionar el problema de los tiroteos, hay que armar aún más a las personas. ¿Es en serio?
La desconexión humana es el principal problema de esta época, un trastorno que se vuelve evidente en las reacciones altamente violentas y llenas de ira, manifestadas al interior de la población.