El poliestireno expandido, mejor conocido como unicel, es un elemento que se produce en las mismas cantidades que el plástico, y al igual que ese, no se degrada y permanece en el ambiente por más de mil años.
Vasos, platos, empaques, toda clase de artículos desechables se hacen con ese material que, dicho sea de paso, también es cancerígeno, emite partículas contaminantes que flotan en el ambiente y todos respiramos.
Solamente en México se producen más de 300 mil toneladas de unicel al año, la mayoría de las cuales no se reciclan y van a dar casi de inmediato a los tiraderos de basura. Claro, además de contaminante, su vida útil es en extremo corta y eso lo convierte en basura, casi de inmediato.
En México se ha hecho prácticamente nada por acabar con el uso de este material, por el contrario, su bajo costo, junto con la ignorancia, lo hace el favorito de los consumidores que lo usan y lo tiran sin saber el crimen que están cometiendo.
Hace casi diez años hubo un intento por prohibir el uso del unicel en la Ciudad de México, pero pudieron más los intereses empresariales que la preocupación por el medio ambiente y la salud de los habitantes. Hasta el día de hoy, nada restringe su uso, mientras en países como Estados Unidos y China, ya hay ciudades donde la ley lo prohíbe, bajo penas económicas y de cárcel.
El uso del unicel en México es indiscriminado y descarado, no hay celebración en la que no aparezcan los apocalípticos vasos y platos de este material, bolsas enteras de desperdicio se llenan con él, y van a parar a los basureros o directamente a la calle. Se trata de un verdadero crimen ante el cual nadie se inmuta, mientras otros países ni siquiera lo permiten.