¿Te imaginas un lugar donde la ley exija un pago igualitario y en donde los monopolios insisten en entrenar tanto a hombres como a mujeres? Aunque parezca difícil de creer, el índice de equidad de género, del Foro Económico Mundial (FEM), ha declarado que este lugar existe y es nada más ni nada menos que Islandia.
Se ha convertido en el primer país que exige a los empleadores probar que pagan un salario igualitario a hombres y mujeres, por realizar el mismo trabajo, e incluso impone multas a quienes no cumplan con esta ley.
Las grandes compañías de Islandia, exceden los requerimientos legales para invertir en el entrenamiento de trabajadoras en tecnología, en igualdad con los hombres. Esta política y su práctica, ambas en Islandia, parecen cuentos de hadas cuando se le compara con la realidad de las mujeres en los espacios de trabajo en Estados Unidos.
Mientras que en Estados Unidos los derechos laborales están bajo ataque, los sindicatos son más débiles que en las generaciones pasadas, y las cuotas de género en la contratación son controversiales, el trabajo es incomparable de lo que hace Islandia, que como ya lo habíamos mencionado, hace que su país parezca un cuento de hadas en cuanto al trabajo igualitario.
También es fácil mantener un monopolio. Una población tan pequeña como Islandia, no aguanta una multitud en grandes competidores.
Las ganas del país de investigar la relación entre el género y los negocios, no surgió de la nada. Las mujeres en el trabajo estaban en el centro del tema, remontándose a las protestas de inequidad de 1975, cuando el 90% de las mujeres islandesas dejaron sus trabajos. La gente puso atención y cinco años después, Islandia eligió a la primera presidenta, una madre soltera llamada Vigdís Finnbogadóttir, lo que definió a una generación, redefinió al país, y 40 años después, le ha mostrado al mundo lo que se puede hacer.
Todo es gracias a lo que aquel pequeño país estuvo dispuesto a investigar, demostrar y cambiar radicalmente en una generación, lo que sin duda son prácticas que muchos países deberíamos adoptar.
Debemos de ver el presente de Islandia, por lo menos como una meta futura, y para lograrlo necesitamos seguir los ideales de la industria islandesa.
FUENTE: Huffington