En los últimos años se ha catalogado al periodismo como una de las ocupaciones más peligrosas del mundo, equivalente a ser soldado, policía o minero, por el riesgo que conlleva salir cada día a trabajar en ello.
Pese a que el periodismo es la columna vertebral de la comunicación en todo el planeta, y gracias al cual sabemos lo que sucede en cada rincón, parece interesar muy poco proteger a quienes se dedican a ello, y menos aún interesa dignificar su profesión.
Durante 2016, 74 periodistas fueron asesinados en todo el mundo; México tiene el tercer lugar, y al menos 11 mueren al año en territorio nacional, principalmente a causa del crimen organizado y por la falta de protocolos para protegerlos.
Además de lo anterior, al menos en el país, la comunicación es una de las ocupaciones peor pagadas y con menos garantías. Por alguna razón, los medios mexicanos no invierten en su personal, no les interesa darles buenos salarios ni ofrecerles una mejor calidad de vida por su trabajo, pese a que éste es peligroso, demandante y muy desgastante.
La organización «Artículo 19», que se dedica a proteger a periodistas que han sido amenazados, reporta que México vive una enorme crisis de libertad de expresión, en la que no solamente se involucran los grupos criminales, sino también el gobierno, funcionarios públicos que usan su posición para amedrentar y callar, a quienes se atreven a denunciarlos.
Los casos son inumerables, desaparecidos, asesinados, torturados, expuestos y totalmente indefensos, más de 100 comunicadores mexicanos en menos de 20 años, solamente por vocación y cariño a su trabajo.
El estado de vulnerabilidad en el que laboran miles de periodistas en México y el mundo, habla de una enorme crisis en el sector. A ello se suma que, bajo la figura del periodismo independiente, muchas empresas aprovechan para ahorrarse las garantías sociales de sus trabajadores que no pueden reclamar salud, vivienda o ahorro para el futuro.
Parece que hoy en día lo que más conviene al poder, es que el periodismo se mantenga callado, sin armas para denunciar lo que está sucediendo, y tendiente a la desaparición.