Quienes aún vivieron el siglo XX, consideraban la época de la Segunda Guerra Mundial como una de las más crueles de la historia contemporánea, con escenas terroríficas de campos de concentración, cámaras de gas y niños huyendo de la bomba atómica. Nunca creyeron que esos grados de violencia podrían llegar a ser superados en alguna forma.
El siglo XXI está enseñando el grado de crueldad a que el ser humano es capaz de llegar, con la consecuencia inmediata de que las nuevas generaciones están creciendo en un mundo donde eso ya no sorprende a nadie.
En febrero de 2018, un asesinato masivo en una escuela de Estados Unidos, volvió a impactar al mundo, aunque fue más impactante la respuesta del presidente Donald Trump que sugirió, como medida para terminar con la violencia, armar a los maestros y enseñarles tácticas militares.
Los norteamericanos no tienen suficiente con la enorme cultura de las armas que ya poseen, ahora además el gobierno promueve que todos se agarren a balazos y sobreviva el que tenga mejor tino.
México es una víctima colateral de la violencia en Estados Unidos y también pasa por un periodo de normalización de la droga, las armas y la hostilidad social.
Ni qué decir de lugares como Siria o incluso Europa, donde el terrorismo es noticia común de los periódicos, además de ser consecuencia de siglos y siglos de antisemitismo arraigado.
¿Por qué la humanidad ha avanzado tanto en tecnología, pero no puede enseñar paz a las nuevas generaciones? Pareciera un concepto simple que no está quedando grabado en los más jóvenes.
Es probable que nunca en la historia se haya visto tanta violencia, en prácticamente todas las regiones del planeta, pero en especial jamás se observó tanta apatía ante lo que debería ser un mal social y la evidente causa de la destrucción humana, en un mundo que se dice perfecto.