Viven inmersos en constantes conflictos bélicos, los atentados con cientos de víctimas humanas son comunes en esos sitios, y el respeto por la vida es nulo. Se trata de los países más inseguros del planeta, aquellos a los que se recomienda no viajar ante el peligro de los ataques terroristas, los secuestros y los choques entre civiles.
Irak, Siria, Sudán, Afganistán, Somalia, Yemén y algunos otros más, conforman esta trágica lista. Y no, México no figura en ella, simplemente porque los niveles de violencia aún no escalan a tanto y aún permanece, en apariencia, el estado de Derecho por encima de los conflictos sociales.
Nadie puede explicar cómo, en pleno siglo XXI y presumiendo grandes avances tecnológicos en campos como la comunicación y la medicina, la violencia sigue siendo la respuesta ante los desacuerdos sociales y políticos.
Solamente en Siria, donde se libra una batalla campal por el territorio y el agua, han muerto casi medio millón de personas en seis años, la gran mayoría de las cuales eran simples civiles, ciudadanos que no tenían en sus manos la posibilidad de resolver el conflicto.
Durante el siglo XX muchas guerras acabaron con pueblos enteros, millones de seres humanos murieron en verdaderos holocaustos, asesinatos masivos que sorprendieron al mundo por sus niveles de crueldad; a casi un siglo de distancia, parece ser que la humanidad no aprendió nada o se le olvidó la lección.
Ignorancia, indiferencia, deshumanización, o un estado de egoísmo tan elevado que no es posible combatir las armas con valores; todo pinta para que este siglo sea, por mucho, uno de los más violentos en la historia humana, incluso más que el siglo pasado, que antes parecía imposible de superar.
Armas químicas, bacterias, terrorismo y opresión psicológica a través de los medios. Las formas en que se hace la guerra no han cambiado en esta época, simplemente se han diversificado y han aumentado sus niveles de alcance, al grado de que el daño no sólo es local, llega mucho más lejos y la humanidad se encamina a una extinción masiva imposible de parar.
Aunado a todo lo anterior, la pelea por el petróleo, el agua y algunos químicos valiosos está alimentando viejos odios raciales, resentimientos territoriales, que reviven en una guerra sin cuartel y sin bandera de rendición.