Cuenta la leyenda, que el 13 de octubre de 1307, el rey Felipe IV de Francia, mandó detener a los Templarios, debido a que les consideraba herejes y profetas de creencias paganas. Luego del hecho, este grupo lanzó una maldición sobre el rey, condenándolo a muerte, exactamente un año después de esa fecha.
A raíz de aquel hecho histórico, se generó la creencia de que el viernes 13 era un día maldito, fecha llena de malos augurios, y de la cual se tenía que esperar lo peor, tragedias, horrores y apariciones del más allá.
Ya en pleno siglo XXI, pareciera ser que el avance científico e ideológico, tendría que haber eliminado esta clase de supersticiones, sin embargo, podría ser que hoy, más que nunca, los seres humanos teman y crean en estas leyendas que, más que folclóricas, ya responden a la ignorancia popular y el aburrimiento.
Inclusive en México, lejos de Europa y su historia de reyes y coronas, la creencia sobre el viernes 13 está bastante arraigada, y todavía se considera tema de conversación, en especial cuando se acerca la fecha.
La estadísticas afirman que 8 de cada 10 mexicanos se definen como supersticiosos y siguen, entre muchas otras, creencias como la del viernes 13, las escaleras, los gatos, negros, los espejos y la sal.
Cierto o no, la realidad es que al menos los mexicanos tienen muchas más cosas para preocuparse, antes que leyendas heredadas de países lejanos, y cuya única referencia es la historia que alguien repitió, de alguien que escuchó a otro a quien le habían contado.
Incluso todavía se considera malo que alguien nazca, se case, haga un negocio o una inversión, en viernes 13, como prediciendo que algo malo tiene por fuerza que suceder solamente por la fecha.
Claro que países como México, y en general naciones de América Central y Sudamérica, tienen muy arraigadas creencias populares o de origen religioso, heredadas incluso de sus orígenes precolombinos, y que refieren a sus raíces indígenas.
Las tradiciones de los antepasados deben conservarse, nos recuerdan de dónde venimos y por qué estamos aquí, gracias a ellas entendemos quiénes somos e incluso quiénes no queremos ser. El problema es que, asuntos como el del famoso viernes 13, más bien apelan a la estupidez y la flojera mental; ¿quién en sus cinco sentidos puede regir sus actividades o decisiones según una fecha “maldita”, en la que creyeron los tatarabuelos, los bisabuelos, los abuelos y hasta los padres, en un mundo que, hasta el siglo pasado, consideraba que no sabía absolutamente nada?