Sí, además de las brechas sociales, salariales, de género y educativas, existe una poco explorada: la brecha orgásmica.
Se sabe que, según encuestas, las mujeres heterosexuales son las que tienen menos orgasmos de toda la cadena de adultos con vida sexual activa. Es decir, los hombres heterosexuales, las lesbianas y los homosexuales tienen mucho más placer sexual en sus relaciones de pareja, que ellas en su posición tradicional, recatada y silenciosa.
Pese a vivir en pleno siglo XXI, la gran mayoría de las mujeres, sin importar en qué país se encuentren, tienen una relación con su espíritu erótico, tal cual si vivieran en el siglo XV. Es decir, todavía creen que el placer sexual es un tabú, no lo hablan, no lo buscan, no lo exploran, y mucho menos lo reclaman, simplemente se conforman con satisfacer a sus parejas y esperar a que el penoso asunto termine.
El clítoris, botón mágico de las mujeres, tiene ocho mil terminaciones nerviosas, que están destinadas única y exclusivamente a producir placer. El pene solamente tiene cuatro mil terminaciones nerviosas.
Aunado a lo anterior, la ciencia médica ha encontrado muchos más puntos de placer en la anatomía femenina. El Punto G, el Punto O y hasta el cérvix están ahí, esperando a ser descubiertos, mientras ellas se limitan a la penetración vaginal como único recurso.
¿Por qué si las mujeres tienen tanto potencial orgásmico, son las que menos placer tienen?
La brecha orgásmica no es más que un reflejo de la ignorancia con la que son criadas ellas. Sin conocimiento de sus propios cuerpos, avergonzándose de sus funciones naturales, y cegadas ante sus necesidades, es imposible que exijan a sus parejas encontrar recovecos más profundos para hacerlas felices.
Y de masturbación ni hablamos. Las que lo hacen no lo admiten, aunque hay una inmensa mayoría que ni siquiera se atreve porque, otra vez, la creencia es que ellas no tienen derecho a pasársela bien, y menos aún si no requieren la presencia masculina para hacerlo.