El siglo XXI, la era de la híperconexión y las tecnologías a distancia, ha traído consigo un fenómeno extraño: estar solos, en un mundo cada vez más solitario.
Estar siempre conectados, con la penetración de las redes sociales en todos los ámbitos de la vida, a todas horas y en prácticamente todos los espacios, está causando que los seres humanos olviden cómo era el mundo antes.
Hace unas cuatro décadas no había Internet, Whatsapp, Facebook, Instagram o ni siquiera un mínimo acercamiento al teléfono celular. En ese entonces estar solo era realmente estar solo; allá, lejos, donde quiera que estuvieras nadie lo sabía, ni había modo de enterar al mundo de eso, aunque a la mayoría no le causaba ningún sobresalto, porque así era la vida.
Hoy día la gran mayoría se negarían a viajar a un lugar sin conexión a Internet o al menos a una línea telefónica. Y no, no es porque tengan miedo a la inseguridad o a perderse, es porque eso implicaría encontrarse completamente solos, en un espacio en el que existan solamente ellos mismos y sus pensamientos.
La enorme distracción mediática que generan los dispositivos móviles, nos ha hecho olvidar la auto-convivencia, costumbres como escucharse a uno mismo, guardar silencio por un rato, pensar en nada y hacer una especie de formateo cerebral, que a veces es necesario.
La otra cara de la moneda es que, pese a esa híperconexión, se sabe que hoy el ser humano está más solo que nunca, ya no sabe convivir con personas en espacio-tiempo-real, ha olvidado guardar memorias en su cerebro y no en las fotografías efímeras de un celular, y por supuesto, desconoce cómo se hacían las relaciones humanas en vivo y a todo color.
¿A ti te da miedo estar solo?, ¿buscas siempre quién dé like a tus estados o haga Face Live contigo en las horas de aburrimiento?, ¿te da terror salir de casa sin celular e ignorar por unas horas lo que sucede en el resto del planeta?