La mayoría de quienes ahora son abuelos, vivieron una época en la que tener hijos no se cuestionaba, era casi una obligación que precedía a tener un trabajo o una especialidad que permitiera un ingreso fijo. Y así, los hijos se criaban como se cría el pasto, sin mucha conciencia, pero con muchas raíces.
Una buena parte de quienes tenían hijos, antes lo hacían con toda la entrega y el amor que les era posible dar, aún cuando no tuvieran demasiados recursos, conocimientos o incluso tiempo. De ahí que todos afirmen que los valores familiares de antes cimentaron el mundo que conocemos hoy, aunque ya no están presentes.
Ahora, en pleno siglo XXI, llenos de información, Internet, aplicaciones y aparatos inteligentes, las nuevas generaciones se están convirtiendo en padres por mera inercia, sin intención, interés, o las mínimas ganas de criar a otro ser humano.
¿Por qué traer a un ser humano al mundo? Y no, no hay respuesta suficiente para justificar que lo hiciste porque te falló la anticoncepción, porque tu familia te presionó o porque ya te sentías viejo para no ser papá.
Se sabe que en los últimos años han aumentado de manera alarmante los índices de depresión infantil y suicidios a edades tempranas. A pesar de que tienen acceso a Internet, redes sociales y sobre estimulación, los niños del siglo XXI no son felices.
Los padres de hoy no quieren ser padres, viven cuestionándose entre los deseos de liberación y el sistema cultural, que les impone formar familias, quién sabe para qué.
Es verdad que la tendencia del ser humano actual es hacia la no reproducción, en vista de las dificultades naturales del planeta para proveer las necesidades de casi ocho mil millones de seres humanos. Pero a pesar de eso, al menos en los sectores menos favorecidos o más ignorantes, sigue pesando más la tradición, la creencia de que para estar completo hay que formar una familia, porque es lo que conviene a la sociedad.
Quizá sucede, mucho más que cualquier otra cosa, que vivimos un momento de la humanidad en que el hombre tiende más a buscarse a sí mismo y menos a los demás, y para eso necesita llevar una vida más reflexiva, en solitario, alejada de los estereotipos y las presiones sociales.