Vito, un perro de apenas dos meses de edad, fue abusado sexualmente y luego abandonado a su suerte. Lamentablemente murió. Según las noticias, los especialistas confirmaron que estaba destruido por dentro y tenía una infección por la materia fecal que llegó a su abdomen debido al abuso.
Y lo que más nos duele y enoja, es la indiferencia de la sociedad, el hecho de que estas situaciones no nos exacerban, no nos movilizan y en cambio, lo ignoramos con tanta tranquilidad, acostumbrándonos a la violencia y abusos de los que no tienen voz.
La aberrante agresión por la que pasó Vito, fue tan dramática como la agresión sexual contra un ser humano. Incluso podría ser peor, por su anatomía e imposibilidad de atribuirle un sentido al horror. No nos referimos a que nos ofusque más una violación a un perro que a un niño, ambas son consideradas unas aberraciones.
Humanamente deberíamos condolernos con ambas experiencias, sentir empatía hacia ambos seres, rechazar este tipo de violencia (o de cualquier otra) y exigir justicia. Porque, en casos como el de Vito y de las víctimas del “violador de Guacarí”, donde por cierto hay víctimas (entre ellas gatos) que han quedado paralíticos, es claro que la justicia debe proceder.
Es decir, que en un abuso sexual a un animal, el agresor tiene la opción de ser sancionado, sólo si el juez considera que se afectó gravemente la salud o integridad física del agredido. Sin embargo, una agresión sexual que no dejé lesiones físicas evidentes, aunque desgarre internamente a su víctima, difícilmente será tratada como delito. La afectación emocional también podría ser considerada un daño, pero para ello se requeriría de jueces activistas.
En cambio, si el abuso sexual a animales fuera considerado un delito en sí mismo, la agresión contra cualquier animal tendría que ser asumida por la justicia, independientemente de la dimensión y las características del daño causado.
En resumen, la violencia sexual debería suscitarnos mayor indignación, hacernos reafirmar lo que valoramos y defendemos como sociedad, y llevarnos a exigir justicia ante su inoperancia, o un cambio en las leyes para hacerlas efectivas, en su función de evitar la repetición de los hechos y sancionar a los responsables. Cuando la víctima es un ser frágil e indefenso, cuyo cuerpo es incapaz de soportar la embestida, deberíamos enardecer nuestro reclamo y no cesar hasta que haya justicia para ellos.
Fuente: Publimetro