Hoy en día, destruir la reputación de alguien, o la tuya propia, es tan fácil como hacer un clic en el botón de “compartir”. Todo aquello que sube a la red, jamás vuelve a bajar.
Las historias de terror se cuentan por cientos. Basta con darle un teléfono celular a un adolescente desorientado y el juego empieza; imágenes o vídeos con contenido erótico se comparten por millones, se mueven entre amigos, compañeros de clase, vecinos, familiares, conocidos y finalmente, depredadores sexuales.
Son los más jóvenes quienes están aprendiendo que la aprobación de sus círculos sociales, sólo se consigue exhibiéndose, llamando la atención y fingiendo que son atrevidos, aunque el asunto pase de ser una broma, al acoso escolar y cosas peores.
Se llama sexting y es una práctica de estos tiempos, defendida por algunos como una forma de “cortejo posmoderno” o la manera en que los jóvenes flirtean, se conocen y expresan sus necesidades afectivas. El problema es que esas necesidades jamás se llenan con una foto erótica que se compartió diez, cien o un millón de veces, en una red social.
Hace unas cuatro o cinco décadas, el cortejo adolescente era un asunto mucho más inocente de lo que podemos ver hoy. En ese entonces la conquista era con flores, chocolates, cartas de amor y cuanta cursilería hubiera, elementos que estaban en un nivel inocente, si tomamos en cuenta que a los 14 o 15 años, se es todavía un mocoso idiota.
Hoy el Internet nos está llevando a una revolución incontrolable, misma que afecta sobremanera a los más jóvenes, niños poco orientados y llenos de información, con la cual no saben qué hacer. De nada ha servido el acceso al conocimiento, porque ahora las personas, incluso, parecen ser mucho más ignorantes que en el pasado.
Es imposible resumir el enorme peligro en el que un niño o una niña se colocan, cada vez que suben una imagen suya con contenido inadecuado a Internet. En un mundo donde la trata de personas se ha vuelto un problema grave, este delito se alimenta de la inocencia de quienes, con una cámara en mano, creen que no pasa absolutamente nada.
Es bien sabido que los tratantes tienen su principal fuente de información en redes sociales, lugares donde buscan a adolescentes en apariencia atrevidos, pero que en el fondo expresan una enorme soledad, desinterés de parte de los padres y búsqueda de aprobación, por encima de todo.
Habría que preguntarnos cómo es que padres, maestros y sociedad, en general, están criando a las nuevas generaciones, qué clase de valores les están insertando como para que con 12 o 13 años, sean capaces de exhibirse en Internet, sin ninguna clase de pudor o amor por sus propios cuerpos o existencias.
México es el primer lugar en sexting de toda América Latina, lo que significa que sus habitantes más jóvenes están arriba, mostrando sus cuerpos al planeta entero y siendo víctimas de trata, pornografía, extorsión, acoso, y todo lo que se vaya sumando.
Evidentemente, las cifras de desapariciones y raptos van de la mano con el aumento del sexting, y eso sin importar niveles socioeconómicos o el grado escolar.