Salir del clóset es un asunto delicado, más cuando la familia da indicios de rechazo y vergüenza. Los prejuicios arraigados por la religión y las costumbres de una familia tradicionalmente machista, como es la mexicana, provocan que varias personas tengan que ocultar su personalidad. Aunque esto significa vivir de apariencias.
Claro, actualmente hay más visibilidad para el colectivo LGBT+, pero siendo francos sólo un sector es el que resulta beneficiado: los hombres gay blancos. No es nada personal, pero se puede notar en la publicidad cómo es que se sigue idolatrando la imagen de un hombre cisgénero, poniéndole por encima de la comunidad.
Los prejuicios en torno a esta preferencia abundan, sin embargo, el más común es que se piense que es una etapa para ser gay o mera confusión. Esto provoca que los bisexuales sean acusados de no saber lo que desean. Sin mencionar que la propia familia, al tener a un integrante bisexual más que apoyarlo lo trata como alguien a quien sólo le gusta experimentar.
Tener una preferencia sexual no es una excusa de libertinaje, menos una “experimentación”. Cada una es una forma distinta de amar incondicionalmente, aunque la mayoría aún piensa que sólo existe una forma de amar, en la que una pareja heterosexual se conoce, se ama, se casa y tiene hijos.
Tampoco faltan aquellos comentarios de bifobia, en la que se cataloga a los bisexuales como personas promiscuas.
Todos representan una total falta de empatía, pues se juzga sin siquiera conocer a detalle los intereses o preocupaciones de personas bisexuales. De esta manera, es importante no seguir los patrones en los que se excluye a personas bisexuales, calificándolos con términos que sólo sacan a relucir la ignorancia.
@LaGotaDerramada
Fuente:
La gota derramada 