La disociación implica una desconexión entre la mente de una persona y la realidad del momento presente. Esa realidad puede ser externa a la mente, con respecto al mundo que nos rodea; o interna, y entonces la persona se desconecta de su propia actividad mental.
La disociación o los trastornos disociativos tienen mayor relación que otros trastornos psicológicos con el trauma en la infancia, es decir, con situaciones de abuso (incesto y otros tipos de abuso sexual, físico o emocional) y de negligencia (abandono o descuido emocional y físico).

Algunos psicólogos consideran que la disociación, además de estar presente en un grupo específico de trastornos (los trastornos disociativos y otros relacionados con trauma), puede acompañar a casi todos los problemas psicológicos, influyendo sobre su respuesta al tratamiento y actuando como un factor de confusión en la realización del diagnóstico y la planificación de la terapia.
Tratamiento de la sintomatología disociativa
Los síntomas disociativos aparecen como consecuencia de la ruptura o desconexión que se produce durante el trauma. El objetivo fundamental del tratamiento se centra en lograr la integración de los elementos disociados de modo que la persona consiga vivir de una forma más sana y adaptativa. Para ello se lleva a cabo un abordaje específico basado en la estabilización, que incluye psicoeducación, consolidación y/o desarrollo de recursos psicológicos, autocuidado y trabajo con las partes disociadas; el tratamiento del trauma y la integración final de la personalidad.