
A raíz del COVID-19 las fobias aumentaron en muchas personas, incluso las medidas de sanidad que implementaron en casa fueron respuesta al miedo por el contagio. Pero ¿hasta qué punto es sano estar pensando en ello?
Imanol Querejeta, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Donostia, menciona que el temor a contagiarse está ahí, en los síntomas hipocondríacos.
En las consultas psicológicas se ha detectado el miedo al contacto personal, cuando para los especialistas es muy importante. Las consultas telemáticas son complicadas, tienen que ver cómo se mueve el paciente, cómo gesticula, cuándo se incomoda, todo da una información tremenda.
Justo ese miedo se plasma en el día con día, al no saber por qué medio nos podemos contagiar, la incertidumbre de que pasará o cundo terminará todo y la tristeza de romper con hábitos o no abrazar a tus seres queridos es agobiante.

Los especialistas mencionan que han tenido más terapias que antes, sobre todo por ansiedad, crisis de angustia y preocupación por tener buena salud. Y es que sin nos detenemos un poco, estamos rodeados de noticias sobre COVID-19. Al final no está mal, los miedos cumplen con informar, pero hasta en programas donde se supone te entretienes, invitan a especialistas a tocar el tema.
Y encima parece que se nos terminaron los temas de conversación, ya nadie habla de otra cosa que no sea la pandemia y eso justo es lo que fomenta más la ansiedad e incertidumbre dentro del encierro.
La ansiedad o síntomas de estrés pueden irse controlando con ayuda de expertos y terapia, incluso algunos medicamentos, pero siempre de la mano de especialistas.
Sin embargo, debemos estar conscientes que esto no termina aquí. Ya que se ha mencionado que en 2012 se vio que la depresión sería la principal causa de discapacidad en 2030, en el mundo desarrollado por el sistema productivo en el que estamos inmersos, si ahora le añadimos esto habrá que ver cuáles son las consecuencias.
¡No se alarmen antes de tiempo! Sólo controlen lo que ven o mejor dicho con qué ojos lo ven.